Madrid, Mi Madrid






















Estoy ligada a ti.
Soy como un naufrago en una tierra estéril
que no fabrica más que humo y cemento.

Nunca tuve ni patria ni banderas
y sin embargo en la distancia
me sorprendo añorando tus calles y tus plazas,
tus tabernas con olor a fritanga y a cerveza,
tus mercados en los que nada falta,
las voces de los niños en los parques
y ese arco iris de razas y culturas que pulula por tus barrios.

Cuando en las largas tardes del verano
me asomo a la venta,
diviso un mar de tejados infinito
y un horizonte indefinido de neblina
oculta al sol en su descenso.

No tienes playas, ni montañas,
ni bosques de castaños o eucaliptos.
A veces me cuesta respirarte
y sin embargo cuando recorro los senderos del Retiro,
ese inmenso jardín que en ti reside,
siento una paz casi infinita,
y al son de los tambores africanos
me transporto sin duda al paraíso.

Te he visto mudar y transformarte.
Trocaste las corralas en gigantes,
ya no conozco a mis vecinos
ni percibo el aroma del cocido en la escalera.
Las basuras se reciclan en bolsas de colores
en las que hurgan los mendigos en la noche
esperando encontrar algo que vender en el rastrillo de Atocha
y así, comprar ese cartón de vino
que haga menos fríos sus días y sus sueños.

Cuantos cambios.

Las parejas siguen invadiendo tus caminos
pero ya no van de la mano,
y si lo hacen
seguramente comparten la espuma de afeitar
al tiempo que sus besos.
Hasta las putas son distintas.
Esa muchacha llegada de algún pueblo
con la vergüenza rota y una boca que criar
cedió su puesto a la princesa de las canciones de Sabina,
más rota aún por cicatrices y papelas de heroína,
y ésta a su vez,
tuvo que echarse a un lado
cuando las hordas del este invadieron sus esquinas,
cual conquistadores de antaño,
tomando posesión de nuestras calles.
Sus chulos ya no son secretas,
ni éstos revenden entradas de la Feria,
y ante la puerta grande, se manifiestan
desnudos y cubiertos de sangre
quienes abogan por abolir la fiesta de los toros.
Abruma la violencia.

Las paredes se llenan de carteles
y los comerciantes contratan quinceañeros
que les pinten grafitis en los cierres.

Cuantos cambios.

Cuantas veces he visto el asfalto desgarrado
por esas obras infinitas que nunca acaban,
que hieren mi ciudad de parte a parte,
como una llaga abierta en un cuerpo cuajado ya de cicatrices.

Y a pesar de todo te quiero,
llevo tu sangre entre mis venas
como ese simulacro de río que atraviesa las tuyas
y al cual mi madre quiere que arroje sus cenizas.
Las mías esparcirlas por el aire ya contaminado
y dejad que el viento se las lleve
flotando sobre ese cementerio de antenas de tu urbe.
Así, siempre estaré presente en tu recuerdo.



Conchita Meléndez, Enero 2010

Comentarios

  1. Tu Madrid me engancho en los seis años que disfrute de él.Era un placer callejear por los barrios viejos hablando con sus gentes. Hoy, ya es una gran urbe y ya no es el Madrid que yo disfrute en los años 70 pero como siempre todo el mundo es bienvenido.
    Muchas gracias por tu crónica

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