Olvida los tambores


Cuando una persona abandona su país para emigrar a otro lugar lo hace porque espera mejorar su calidad de vida, o porque no tiene nada que perder, o porque espera ganar algo. Por regla general vienen ligeros de equipaje, dejan atrás su casa, su familia, sus amigos, su forma de vida. Intentan adaptarse a las costumbres del país anfitrión, aunque no siempre lo consiguen, algunos ni siquiera lo intentan. Tienden a formar pequeños guetos, a distanciarse de los autoctonos y de otros pueblos inmigrantes como ellos.

Son muchas las diferencias que hay entre unos y otros, pero a veces existe un nexo en común, un lenguaje que todos entienden, algo que de algún modo puede unirlos durante unas horas. Ese punto de encuentro es la música, al son de los tambores se reunen cada domingo por la tarde en el Parque del Retiro y con cada redoble, que nos produce un estremecimiento en la boca del estomago, marcan su territorio, un territorio habitado por blancos y negros, africanos, sudamericanos, españoles, habitantes de la Europa del este y todo aquel que quiera unirse al grupo. Seguramente les resulte consolador pensar que por unos instantes todos bailan al son que ellos tocan.

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